viernes, 22 de febrero de 2008

Amores y desamores

Qué difícil es la relación entre adultos, que nos parecemos tanto (qué previsibles, entonces) y a la vez somos tan distintos (qué poco flexibles). Creo que te conozco, y entonces encuentro mis límites, como los niños, chocando contra ti, haciéndote daño, así que reboto (me rebotas y te alejas), y cuando ya hemos descansado los unos de los otros, vuelta a empezar.

Últimamente, un anuncio (de coches, claro) ha puesto imágenes a esta interesante reflexión sobre el espacio vital de cada uno, aquél que sólo dejamos invadir en situaciones muy concretas... Este espacio no es sólo físico, también es un espacio de invulnerabilidad, un límite a la capacidad de aceptar injerencias, insultos y dudas del prójimo... A menudo sometemos a amigos y otros seres queridos a tremendas tormentas de sentimientos sin filtro, positivos y negativos, exigiendo de ellos una tolerancia, una magnanimidad que no somos capaces de dar, ni a ellos ni a nosotros mismos. Así que sus espacios vitales, inevitablemente, se agrandan, hasta quedar ellos perdidos (y protegidos) en su centro, y lejos, tan lejos de nosotros.

1 comentario:

  1. Querida Nicolasa:
    Al leer tu reflexión, me ha venido a la cabeza este poema de una mujer del siglo pasado. Quizá los versos se desbaraten al pegarlos en este cometario, pero lo importante es el contenido. Casi siempre lo es, ¿no?. Un beso.

    SIN LLAVE
    Me tienes y soy tuya. Tan cerca uno del otro
    como la carne de los huesos.
    Tan cerca uno del otro
    y, a menudo, ¡tan lejos!...
    Tú me dices a veces que me encuentras cerrada,
    como de piedra dura, como envuelta en secretos,
    impasible, remota... Y tú quisieras tuya
    la llave del misterio...
    Si no la tiene nadie... No hay llave. Ni yo misma,
    ¡ni yo misma la tengo!

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