martes, 26 de febrero de 2008

¡Pues vaya mierda...!

Los adolescentes están enfadados. El enfado es una característica de la adolescencia. Nunca me había preguntado por qué. Tal vez se dan cuenta de que el mundo es incambiable, y esto es difícil de tragar, haced memoria...

Cuando son niños viven ajenos a la miseria, el dolor, la injusticia, las desigualdades... Cuando empiezan a enterarse, les convencemos de que las cosas pueden ser de otra manera... (es cierto, podrían eventualmente ser diferentes, ¡cómo nos gustaría!) y poco a poco se dan cuenta, a través de las pequeñas miserias de cada día, de que ni está ni estará en su mano cambiar el mundo... Lo perciben con ese metabolismo dramático y maximalista que los levanta y los tumba diez, veinte veces al día... se sienten derrotados antes siquiera de empezar a pelear... ¿Cómo no van a estar enfadados? Hasta que, imperceptiblemente, van siendo sobornados por la madurez. Su silencio y sus ganas de combatir son reemplazados por la comodidad o las posibilidades que les ofrece la vida en la que se instalan... ya son adultos.

Aunque... no todos lo conseguimos ¿no?

lunes, 25 de febrero de 2008

Mochileros

Como sabéis casi todos, tengo una hija estudiante de ESO en un centro público. El año pasado nos dimos cuenta de que su mochila, con la que acudía todos los días a clase, era tremendamente pesada. Mi hija puso una queja a través del sistema de calidad del Instituto, solicitando la instalación de taquillas, que le fue respondida con buen tono pero en sentido negativo.

Una semana después, tras muchas conversaciones con ella, entre nosotros, con algunos amigos... tomamos una determinación. Escribí una carta a la Dirección del Instituto, en la que explicaba nuestra decisión, los motivos para tomarla, y las consecuencias que esperábamos.

Aquí tenéis el texto (excluida la parte de presentación), que habla de algo más que del peso de la mochila, así que espero que nos de para unos cuantos temas de discusión.

Sé que estás al tanto de la preocupación de nuestra hija por el peso de su mochila, que ha manifestado de distintas formas, entre ellas, escribiendo una “queja/sugerencia” a través de los formularios al efecto, que fue recientemente respondida por ti .

Sus padres compartimos esta preocupación con ella. Aparte del motivo obvio (es nuestra hija, y su salud es importante para nosotros), trascienden a éste preocupaciones de índole más bien ideológica. Tenemos la convicción de que a ella, y a sus compañeros, se les exigen un conjunto de sacrificios de mayor o menor magnitud, que son absolutamente irrelevantes (así como innecesarios) para su formación. Un ejemplo es transportar a diario un promedio de 8 Kg a la espalda.

Para su educación, sin embargo, es muy importante que sus padres les alienten a cumplir estas exigencias, a la vez que les enseñan que no tienen que someterse a lo que consideran injusto, y que deben hacer lo que esté en su mano para cambiarlo, respetando las reglas y utilizando los mecanismos previstos para ello. Esta es la grandeza de la democracia.

Nuestra hija decidió iniciar su particular cruzada por la instalación de taquillas en el instituto, porque sus padres no lo hacían, a pesar de que en numerosas ocasiones habían manifestado su parecer, y su intención de solicitar al centro alguna medida al respecto.

Una vez recibió tu respuesta (una argumentada negativa), pusimos nuestros cerebros a trabajar. Analizamos el problema en sí, y sus posibles soluciones más inmediatas. Encontramos que, en efecto, tal y como respondiste, la alternativa de las taquillas o casilleros en las aulas paliaba en parte el problema, y que seguramente sería interesante ir incorporando algunos elementos que permitan que los estudiantes puedan dejar en el centro parte del material que utilizan con ciertas garantías. Pero el verdadero problema seguiría sin resolver.

Como ésta, todas las soluciones que se nos ocurrieron estaban en manos de terceros (los profesores, el centro, el Departamento de Educación, el Estado, las compañías editoriales...), puesto que este asunto no es más que un reflejo de algo mucho más grave desde nuestro punto de vista: hay demasiadas cosas que han cobrado más importancia en el sistema de formación y educación de los niños y jóvenes que los propios niños y jóvenes. Después de esta reflexión, estábamos en un callejón sin salida. ¡Casi caímos en la tentación de restarle importancia al problema porque no encontrábamos una solución!

Pero, a punto ya de claudicar, vimos una luz al final del camino. Sólo una luz débil, vacilante – una luz atenuada por las dudas... Los libros de texto pueden dejar de ser unidades inalterables, para convertirse en conjuntos (muy ordenados) de unidades temáticas, del tamaño que sea necesario para cada asignatura (un tema, una evaluación), con lo que ella sólo tendrá que transportar lo que necesite para seguir sus clases. Nosotros le ayudaremos a mantenerlo ordenado, hasta que aprenda a hacerlo por si misma, y hasta que encontremos un sistema sencillo para que el orden y el deterioro del material no sean un problema.

Nos ha costado mucho llegar a esta solución, porque hemos tenido que romper con muchos prejuicios acerca del valor de los libros, y el valor del dinero que han costado, el valor de no significarse y pasar inadvertido, de no parecer excéntrico... pero creemos que el valor de la enseñanza que supone para nuestra hija la experiencia de aportar un granito de arena a mejorar la sociedad en la que vive, incluso si fracasa en ello, está muy por encima de todos los otros valores.

Nosotros, con nuestros actos, podemos cambiar este y otros aspectos de la realidad que nos incomodan, que nos parecen poco razonables o innecesarios o injustos, aunque el cambio sólo vaya a repercutir en una pequeña parte de los que los sufren.

La solución ha estado, desde el principio, en nuestras manos, pero siempre es más fácil pensar que la pelota está en el tejado del otro... y este aprendizaje se extiende a muchos ámbitos de la vida

Sin duda, sería mucho mejor que los libros ya estuvieran concebidos para permitir un uso como el que proponemos, así que no esperamos que sea muy cómodo en los primeros momentos. Habrá que dar con el sistema más adecuado.

Le hemos comunicado al tutor de nuestra hija nuestras intenciones, con la idea de que debía conocerlas de antemano, para ponerlo en conocimiento del resto del profesorado del grupo si le parecía conveniente. Asi mismo le hemos anunciado también que daríamos explicaciones más extensas a la Dirección del Centro y a la APYMA.

Somos conscientes de que ninguna de las cartas es estrictamente necesaria, pero confiamos en que nuestro proceder contribuya a alimentar el clima de reflexión por parte de todos que necesita, en nuestra opinión, la enseñanza en general, y la enseñanza pública en particular, aunque sea desde un síntoma menor del deterioro de ambas.

Por favor, considera esta carta como una manifestación de nuestra inequívoca voluntad de mejorar un servicio público en el que hemos depositado nuestra confianza para una misión tan relevante como la educación de nuestros hijos.

Estamos a tu disposición para cualquier duda o aclaración que necesites.

Recibe un cordial saludo


Así que, ya véis, los libros descuartizados, y la espalda de momento va librando. Pero, sobre todas las cosas, ¡un poquito de revolución cada vez que haya ocasión...!

domingo, 24 de febrero de 2008

Adolescentes (Intro)

Uno de los motivos que me han impulsado a abrir este blog es una sensación de conexión cósmica con la Adolescencia – quiero decir, con el colectivo adolescente. Posiblemente empujada por mi situación personal, dedico muchas horas del día a tratar de entender, desenmascarar, analizar (y muchos más verbos de las tres conjugaciones) a una adolescente en concreto, y a su entorno que adole(s)ce igualmente.


Tengo que decir, además, que durante mi propia adolescencia no recuerdo haberme sentido especialmente incomprendida en mi casa. De hecho, creo que no tuve grandes desaveniencias con mis padres, ni creo que ellos sufrieran durante esa época por un clima particulamente conflictivo en la familia.

Así que me siento con fuerzas para hablar de ellos y con ellos. Para explicarles a ellos qué sentimos y qué queremos nosotros (por lo menos, algunos de nosotros). Para explicar a otros qué sienten y qué quieren ellos (o algunos de ellos). Mi adolescente me lo pone muy fácil por que no me hace sufrir. A veces me cabrea, o me preocupa, o me obliga a pensar, pero no me hace sufrir.

Voy a escribir sobre adolescentes poque me produce un enorme bienestar la sensación de que comprendo lo que está pasando. Muchos me entenderéis si os digo que quiero que me caiga este problema en el examen, por que además de sacar buena nota, lo pasaré bien haciendo el examen... Daniel Goleman, el gurú de la Inteligencia Emocional, llamaba a esto “estar en estado de flujo”.

Sin embargo, sed comprensivos, entended que el día a día es diferente, y que no todo el conocimiento (I) es susceptible de convertirse en herramienta (+D), y mucho menos de manera inmediata (+i).

viernes, 22 de febrero de 2008

Amores y desamores

Qué difícil es la relación entre adultos, que nos parecemos tanto (qué previsibles, entonces) y a la vez somos tan distintos (qué poco flexibles). Creo que te conozco, y entonces encuentro mis límites, como los niños, chocando contra ti, haciéndote daño, así que reboto (me rebotas y te alejas), y cuando ya hemos descansado los unos de los otros, vuelta a empezar.

Últimamente, un anuncio (de coches, claro) ha puesto imágenes a esta interesante reflexión sobre el espacio vital de cada uno, aquél que sólo dejamos invadir en situaciones muy concretas... Este espacio no es sólo físico, también es un espacio de invulnerabilidad, un límite a la capacidad de aceptar injerencias, insultos y dudas del prójimo... A menudo sometemos a amigos y otros seres queridos a tremendas tormentas de sentimientos sin filtro, positivos y negativos, exigiendo de ellos una tolerancia, una magnanimidad que no somos capaces de dar, ni a ellos ni a nosotros mismos. Así que sus espacios vitales, inevitablemente, se agrandan, hasta quedar ellos perdidos (y protegidos) en su centro, y lejos, tan lejos de nosotros.