domingo, 14 de diciembre de 2008

Hacer ciencia empieza por hacerse preguntas...

"¿Qué hay que hacer para que un niño lea?", se pregunta una mujer que envía una carta al director de El País. "Pues rodearlo de muchos y buenos libros", se contesta y lo demás es un timo, viene a decir. Sin embargo, podríamos decir también que, para que una manzana caiga, sólo hay que soltarla. ¿Cuántas veces necesitó Newton preguntárselo para dar con la respuesta? ¿Y cuántos antes que él? ¿Y durante cuánto tiempo?

Que no sepamos explicar en un marco conceptual adecuado qué es lo que hay que hacer para que un niño lea no quiere decir que no haya una explicación, si no que todavía no la conocemos porque, en según qué disciplinas estamos como Newton, o quizás mas a oscuras aún. Pero ¿es ese un motivo para dejar de hacernos preguntas? ¿No sería fabuloso que otro Newton se preguntase, diseñase unos experimentos, y fuese capaz de darnos una respuesta universalmente válida para esta pregunta, y otras parecidas?

Yo creo que sí, pero todo es opinable...

martes, 18 de noviembre de 2008

Otra vez la muerte...

Con lo difícil que me resulta acercarme a las personas que sufren la muerte de cerca, iba pensando mientras caminaba por la calle, y tengo la inmensa fortuna de que nunca he estado en el papel del que recibe las condolencias... casi da miedo decirlo. La semana pasada murió la compañera del profesor de mi hijo, de repente, sin venir a cuento, y la reacción en lo social fue rápida: llamadas a otras madres, encargo de flores... esas muestras más anónimas de cariño, o casi de solidaridad. Pero yo pensaba en la necesidad de expresar mi apoyo personalmente. Para mí es una necesidad porque, como digo en algún otro post, este aspecto de la vida adulta lo he desarrollado de menos. Y me estaba devanando los sesos, porque no sabía cómo hacerlo, cómo acercarme, qué decir en el momento y, una vez más usuaria de esa inmensa fortuna de que hablaba, paseando en la lloviznosa mañana pamplonesa, me he dado de bruces con el profesor. Así que, con toda la empatía, con todo el cariño, con ese indefinible gesto "sonrío para tí aunque lloro tu pena por dentro" le he abrazado, le he preguntado y animado y escuchado, unos minutos, y cuando nos hemos despedido, he sentido un alivio, una liberación tan grande por que había conseguido hacer dignamente algo que nadie nos enseña a hacer, que casi se me mezcla con la pena y me echo a llorar allí mismo. A veces me pregunto cómo es posible ser depositaria de tanta y tan buena suerte...

miércoles, 15 de octubre de 2008

La crisis del consumo

Hace aproximadamente 1 año hice una reforma en mi casa. Como soy una chica muy ahorrativa, traté de reciclar todos los elementos que cambiaban de ubicación (radiadores, puertas, sanitarios…) Lo conseguí con casi todo, y aquellas cosas que había que retocar (como las puertas) para ajustar a otras medidas, me costaron mucho más caras. De hecho, varios de los profesionales que tomaron parte en la obra me decían expresamente “te sale mucho mejor si lo compras nuevo” (inciso: a lo que podía haber contestado: “tú no estarías aquí reformando mi casa si eso fuera cierto”). En fin, el caso es que me quedé pensando esa temporada en lo absurdo de la situación, y sentí un cierto vértigo. No agotar la vida útil real de los objetos de consumo, grandes o pequeños, es una forma de desarrollo con muchos, muchos peros. Además de los morales (para mí es un valor la austeridad en sí misma), están los puramente estratégicos. Consumir innecesariamente tiene consecuencias desde el punto de vista de las materias primas, y del de la gestión de los residuos. El espacio que ocupan estos últimos no puede ser utilizado para producir las primeras. Desde el punto de vista de los recursos, es aberrante. Si además tenemos en cuenta que basamos buena parte del exceso de consumo en la casi gratuidad de la mano de obra externa no cualificada y la carestía de la mano de obra occidental, cualificada o no, se cierra con perfección un círculo que deberíamos recorrer en sentido opuesto. Hemos cambiado nuestro ingenio para buscar soluciones que nos permitan seguir utilizando lo que ya tenemos, por unos hábitos individuales y una organización social, del mercado y de la producción altamente ineficientes desde el punto de vista estadístico, puesto que sólo beneficia a un mísero 20% de la población humana, y sólo a corto plazo.


Hoy estamos consumiendo y deteriorando recursos finitos de manera irresponsable (espacio, agua, aire, peces, bosques, largo etcétera), y ahorrando como cretinos en recursos que, de partida, eran virtualmente infinitos: el ingenio, la inteligencia, la creatividad… Lamentablemente, la duración de estos recursos endógenos es depediente de un uso responsable de los otros recursos, exógenos, y por lo que parece, no teníamos tanta dotación inicial… ¿o tal vez se nos agotan, paradójicamente, con la falta de uso?

jueves, 9 de octubre de 2008

Hay que joderse (con perdón)


(Empieza el curso, y con él, una vez más, con los mismos rollos de todos los años. Después de tres cursos con la misma maestra, mi pequeño genio cambia. Después de lo que ha costado ajustarse, conseguir un curriculo razonablemente adaptado, hacer que el centro entienda la diversidad en toda su amplitud, vuelta a empezar... ¿Cómo puede ser? ¿Tardaremos mucho en adaptarnos?)

El otro día, cuando apretaba a mi hijo para que hiciese alguno de los múltiples deberes que tenía pendientes, debió sentirse muy agobiado, porque respondió airado (aunque con otras palabras) que se iba a construir una tabla de pros & cons de cada una de las extraescolares. La idea se la dió la estupendísima PT (para los legos, profesora de pedagogía terapéutica) con la que supuestamente "diversifica" en Matemáticas. Es una mujer estupenda, de verdad, pero no deja de ser parte del sistema. Entonces, como lo ve agobiado, le sugiere al niño que analice de esta forma si realmente le gustan sus extraescolares, y que priorice, porque tal vez no le aportan tanto como el cree, así que le dice que trate de ver si entre el piano, el solfeo, el baloncesto, el tenis, no le sobra ninguna...¡¡¡EN VEZ DE PROPONERLE QUE SE VAYA A PASEAR O A JUGAR EN TRES DE CADA CUATRO CLASES DE MATEMATICAS, O DE CONO, O DE INGLES, o por supuesto, la totalidad de las sesiones de NORELIGION!!! O sea, que tiene que renunciar a aprender un conjunto de conocimientos y aptitudes que en la escuela OBLIGATORIA no se enseñan y que, sin embargo aportan formación, sensibilidad, y no digamos placer (a los que puedan pagarlo) ... para perder el tiempo escuchando por enésima vez como se resuelven los problema de patos y conejos, porque la ley sólo es capaz de acortar sus años de escolaridad obligatoria, pero no sus días ...

¡Joder, pasando por este sistema educativo, sería verdaderamente meritorio proponer alguna solución creativa!


Perdonad el calentón, pero cada día que pasa tengo más tentaciones de homeschoolear.

sábado, 4 de octubre de 2008

Sobre la muerte

No es que tenga ningún deseo de morirme, pero el otro día, viajando en coche, pensaba que en realidad, nuestro pensamiento más empático es el de nuestra propia muerte. Los que, definitivamente, no creemos en el másallá, tenemos la certeza de que, una vez muertos, no echaremos de menos nuestra vida, ni de más tampoco. Simplemente, habremos dejado de existir, dándole a esta palabra la mayor amplitud de significado que se nos ocurra. No estaremos más que en el recuerdo de aquellos que nos quieren y, si es el caso, de los que no nos quieren tanto (Sardá lo explica de una manera tan gráfica...). ¿Por qué entonces nos da miedo? ¿Por qué nos produce ese sentimiento de pérdida? Es verdad que siempre que hemos de renunciar a algo definitivamente nos resistimos (los cigarrillos, las cervecitas, el pan, la panceta...) Pero, generalmente, sólo cuando pensamos en ello, y sólo porque nos parece terrible pasar el resto de nuestra vida (o un ratito más corto) sin ello. Y la clave está ahí, en la expresión "el resto de nuestra vida" . Una vez muertos, no hay posibilidad de sufrir abstinencia, nostalgia, ni ninguna otra cosa. Sin embargo, vivimos con la idea de que la muerte es una privación, una renuncia a lo que tenemos durante nuestra vida... Caben dos posibilidades: o sólo sabemos proyectar hacia el futuro extrapolando nuestra condición de vivos, incluso cuando proyectamos nuestra muerte, o lo que nos duele de nuestra muerte es el dolor que sentirán los que se quedan.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Dos vidas, dos.

Llevo un tiempo pensando sobre las múltiples vidas que vivimos al mismo tiempo: la vida laboral, la familiar hacia arriba y hacia abajo – ya me entendéis – , en el patio del colegio, en las clases de aeróbic...en realidad éstas no son distinta vida, así, estrictamente hablando. Son diferentes aspectos de una misma vida, distintas dimensiones... Sin embargo, esas otras vidas que deseamos vivir, aunque sea sólo en parte... todas esas cosas que nos gustaría tener ánimo y fuerza para hacer... no sé... Por ejemplo, una travesía en el Pirineo, sin pensar en las rozaduras de las botas de monte ni en la sed ni en el cansancio ni en lo que pesa la mochila... Ese es un ejemplo sencillo, y como este hay muchos, de cosas que hemos hecho alguna vez y que nos gustaría seguir haciendo, por que nos recuerdan a otros momentos buenos de nuestra vida, o porque son placeres que nos gustaría transmitir a nuestros hijos.

Pero hay una vida que es la que realmente desearíamos haber tenido y, por diversos motivos, no hemos alcanzado a conseguir. A principios del verano, muchas madres y padres empiezan sus vacaciones para estar con sus hijos, que han terminado el cole, y me los imagino (a algunos) compartiendo actividades con ellos, haciéndolas propias (vamos a recortar esto, y a colorear aquello, sacamos las bicis, nos vamos a la piscina...) Es una vida que imagino como en microgravedad: movimientos tranquilos, buen humor, palabras dulces y animosas para mis hijos cuando se equivocan..., una vida en la que no estoy entregada a intereses propios que no puedo compartir, o que me satisfacen de manera más inmediata practicados de forma individual...

...así que, los días en esta vida imaginaria transcurren ordenando a vuelapluma las cuatro cosas que han quedado fuera de su sitio después de cualquier tarea doméstica, leyendo en el sofá sin gran concentración a la vez que resuelvo dudas infantiles o mantengo conversaciones adolescentes, modelando arcilla...

Y sin embargo, en esta otra vida, en la vida que estoy viviendo, mis intereses sólo confluyen marginalmente con los de aquellos a los que quiero, que pasan a convertirse en ladrones de tiempo u obligaciones pesadas, que nunca dejan espacio bastante para otras actividades más personales... Así vivido, no es posible ser feliz, porque no tienes lo que quieres en ningún caso, porque vas dejando una tremenda lista de proyectos no realizados en todos los frentes, con la consiguiente sensación de frustración permanente...

Tal vez penséis que soy pesimista, pero confío en que alcanzaré ese otro yo, paciente y generoso, por la vía de la reflexión (ya sabéis, al nirvana por la meditación). Me llevará un tiempo, puede que mis hijos tengan ya entonces sus propios hijos, y espero saborear durante este tiempo pequeños anticipos de la meta transformándome en mis propios personajes, construyendo en papel seres que son como yo quiero ser. Podré moldearme a mi gusto, y acercarme a mi modelo, con calma, por aproximaciones sucesivas.

En realidad, sólo tengo una vida, pero puedo hacerla tan grande como quiera.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

La gata flora

Me rabia el cuerpo por escribir porque no tengo tiempo. Luego, cuando me sobra, todo es indolencia... ¿Será que estoy prisionera de alguna prisión invisible? ¿De qué va mi cárcel? De barrotes de miedo, porque no me atrevo a salir fuera, de barrotes de envidia, porque no soy capaz de atreverme como otros, de barrotes de futuro, porque ahora parece que es el momento de labrarme uno, estable y seguro... de barrotes de rabia.

martes, 16 de septiembre de 2008

Eros, Thanatos y su puta madre (Javier Sardá)

...a la locura por la lectura... Empecé sin mucho entusiasmo, porque fui asidua oyente de La Ventana de la SER, y no sé si fui capaz de ver más de dos semanas (stop para googlear, tal es mi ignorancia) su televisivo "Crónicas Marcianas". Así que, toda prejuiciosa, pero con un punto de curiosidad, empecé a leer. Me ha costado un par de semanas (a mi hija un par de horas), y tal vez no lo he leído con la necesaria intensidad, ya sabéis, ese intento de la ultimísima hora del día en que te obligas a coger el libro, ya metida en la cama, que empieza leyendo las dos últimas páginas de ayer y finaliza cabeceando sobre las dos primeras páginas que leerás mañana... pero, pese a todo, ¡me ha gustado mucho!¡Estoy tremendamente sorprendida!

Por supuesto, tiene un punto delirante, en la línea que yo esperaba, pero me ha hecho reír (mira que es difícil). Y, lo que me ha gustado más: he vuelto a ver al Sardá de hace unos años, al de la radio, un tipo cachondo y a la vez, reflexivo... que, como de pasada, te deja jodida plantándote una idea inquietante en mitad de la tarde... Si yo escribiera (quiero decir si yo llegara algún día a escribir) una novela, me gustaría que fuera así, una mezcla de lo que vives, lo que sientes, y lo que piensas... Bueno, son imaginaciones mías pero, parece como si hubiera dado con una historia que le permite encajar todo lo que tiene en la cabeza sobre el amor/sexo, la muerte (¿y su puta madre de ambos?) La historia tiene ritmo, y no es muy larga, es considerablemente intensa (amor/sexo, muerte... ya se sabe), aunque supongo que permite toda una gradación de lecturas posibles. De hecho, a mí me dio mucho que pensar... pero ya se me ha olvidado...

Por mi parte, muy recomendable. Estimulante. Divertida. Me alegro de haberla leído. Bien por tí, Javier. No suscribo tu propuesta de crítica, y espero que repartas beneficios.

domingo, 15 de junio de 2008

El deseo, pero con minúsculas

Hoy me ha preguntado mi hijo pequeño: "¿Mamá, por qué los deseos que pides no se cumplen nunca?" Me ha costado un poco dar con la manera de explicarle lo que pienso de forma que lo entendiese, y creo que pese a todo, no lo ha entendido... "Los deseos se cumplen o no, pero los que se cumplen no se cumplen por que los pidas" Esta conversación me ha hecho recordar todo aquello de la buena y la mala suerte... sin tener ninguna duda acerca de su existencia (tan fuerte esta convicción como otras increencias que no son un secreto para nadie), decía, que aún creyendo en su existencia, creo también que su incidencia en nuestras vidas es a la vez escasa y contundente... Cómo nos gusta recostarnos en la inocencia y en la magia, en manos del destino universal, de los hados o la divinidad queda mi vida y todo aquello que acaezca me resulta ajeno, alejado de mi control, pobre yo, ser a merced de todo lo que está fuera de mí... La buena y la mala suerte existen, sin duda, a unos les toca la lotería (desde luego, a ninguno que no haya jugado), a otros les toca un cáncer, un accidente en carretera, cualquiera de estos sucesos es radical, cambia tu vida (si es que la puedes conservar un rato más)... Pero es más fácil construir escaloncitos para que la buena suerte se nos vaya arrimando que adivinar cuándo y cómo atacará la mala suerte si lo hace. Estos sucesos, horribles, pero aleatorios, son sucesos verdaderamente escasos. Lo verdaderamente dramático es la enorme cantidad de sucesos desgraciados e indeseables que nos ocurren cada día porque hemos dejado la puerta abierta al infortunio, le hemos extendido la alfombra roja, o porque no encontramos manera de interpretarlos en términos buena fortuna, o porque no nos sentimos capaces de darles la vuelta con una patada en el culo y yastá... y la cantidad de ocasiones magníficas que pasan por nuestro lado y cerramos los ojos, no vaya a ser que nos deslumbren con su radiante esplendor...

Hijo, no pidas deseos, y si hay algo que deseas con fuerza, abre bien los ojos, y pon tu fuerza a trabajar.

domingo, 1 de junio de 2008

Mujer leyendo

Una mujer joven se desplaza tranquilamente por el pasillo, después de dar las buenas noches a su hijo, de besarle y apagar la luz de su mesilla... Enciende un cigarrillo cuando llega al cuarto de estar, y se sienta en el sofá (o más bien, se deja caer): "Son las diez de la noche y por fin, depués de un día agotador - como todos - puedo sentarme en el sofá". Se quita las zapatillas, enciende la lámpara que hay detrás, coge uno de los libros apilados en la mesa de centro y se encoje debajo de la manta de cuadros. Abre el libro por la señal y empieza a leer. "Qué cansada estoy. No consigo pasar de las dos primeras líneas". Apoya la cabeza en el respaldo y cierra los ojos. "Me siento sola. Me cuesta hacerlo todo sola, tomar todas las decisiones, tener las decisiones pendientes hasta que las tome, porque nadie las va a tomar por mí, esto es lo que más me cuesta... ".

La mujer abre los ojos, unos grandes ojos verdes, y apaga el cigarrillo - tengo esta imagen guardada en mi imaginario, y si pintase, haría un retrato: "Mujer leyendo. Acrílico sobre lienzo. 2008" -, retoma el libro y lo intenta de nuevo.

martes, 20 de mayo de 2008

La loca de la casa (Rosa Montero)

Este libro fue una sorpresa de principio a fin. Me lo regaló mi suegra, la pobre, que murió hace ya dos años largos (bueno, pobres nosotros...), justo esas Navidades... y lo tenía encima de la mesilla, llenándose de polvo, sin saber muy bien si quería o no leerlo, hasta que lo abrí, por fin, unos mes atrás, el verano de 2007.

Existen múltiples motivos para que mi suegra eligiera este libro para mí. Sin ir más lejos, el título en sí ya es una razón suficiente. Pero también lo es que le gustaba mucho Rosa Montero, y que solía regalarme libros escritos por mujeres, porque a ella le gustaba leerlos (ya en los últimos tiempos, con muchas dificultades, usando una lupa...)

Es un curioso libro, en el que Rosa habla sobre Rosa, y sobre el hecho de escribir, y de ser escritor. En él hace un ejercicio de desnudo parcial, que podría ser propio - real, o propio - imaginario, y una demostración de virtuosismo literario, a través de la cuál nos presenta tres versiones distintas de una misma historia, repartidas a lo largo del libro. Es una historia autobiográfica, o tal vez completamente inventada, pero para mí es, sobre todo, una ventana abierta de par en par sobre un campo que acaba donde toca el cielo. Tres formas distintas de vivir una vida, la misma vida, pero vivida tres veces, en paralelo o de forma sucesiva, a elegir (por la autora, naturalmente).

En esta maniobra elemental y sencilla, veo la genialidad, la fortuna de poder vivir todas las vidas que deseo, todas aquellas a las que no quiero renunciar.

Gracias al paso del tiempo, y también largas horas de reflexión enmimismada y conversación egocéntrica, me cae encima la verdad de lo que Rosa me estaba contando.

Gracias, Rosa, por allanarme el camino.

Gracias, Balbi, por el resto.

viernes, 16 de mayo de 2008

Inesperadas risas

La vida está llena de pequeñas anécotas que nos pueden hacer sonreir o llorar, todo depende de quién las cuente, de quién las sufra...

Dos compañeras de trabajo van juntas a un curso de la empresa a otra ciudad. Son dos compañeras, sin más, que no se llevan especialmente bien, pero se conocen desde hace años, y han tenido que viajar juntas en más de una ocasión. Una de ellas, la más joven, recuerda de pronto que tiene un concido en la ciudad, alguien a quien conoce poco pero que le resultó divertido y cercano en cierta ocasión. Así que, ante una inesperada posibilidad de cita, se compra unas bragas en una boutique del aeropuerto...aunque inesperada la cita, e improbable el destape, hay que estar preparada para un eventual polvo, que tampoco andamos sobradas...

La primera noche, dolor de cabeza, y noche toledana, hasta las tres de la mañana sin poder dormir, porque hay que compartir habitación con la compañera, y compartir también sus inquietudes, su insomnio, su felicidad conyugal... en fin, lo que toque, que para eso somos compañeras, y tampoco es cuestión de ser borde.

A la mañana siguiente, hecha un cuadro, a aguantar unas cuantas interesantísimas charlas, justo lo necesario para no dar más de diez o doce cabezadas, y luego, un poco de práctica. En plena vorágine de explicaciones y demostraciones sobre los maravillosos nuevos productos que presenta la empresa, suenan en su móvil un par de llamadas a las que no contesta, porque hay demasiada gente alrededor, porque tiene las manos ocupadas,... y finalmente recibe el hilarante mensaje de su hipotética cita haciéndole participe de la surrealista situación: s no cgs l tlfno, wapa, dfclmnt pdrems kdar... (casi ni una vocal, pero eso sí, todos los adverbios). Me imagino la situación (¿vosotros no?), la compañera, tan discreta, tan colega, "y ¿quién era?", "qué pesadez, ¿no?", "bueno, y ¿no lo coges, o qué?", "Hay mira, un mensaje te ha entrado (asomándose ostensiblemente por encima de su hombro para ver si pispa algo)". Uff, qué agobio, la líbido ya por los suelos, el dolor de cabeza como un taladro...

La wapa se ríe, por primera vez en el viaje, con esta bocanada de aire limpio y fresco, responde con un mensaje, de socorro seguramente, pero ese es un matiz difícil de apreciar... y ahí quedan las bragas nuevas sin estrenar...de momento...

Puede volver a casa y contar que se ha aburrido, o que ha triunfado, o simplemente que ya está de vuelta, pero tengo la certeza de que se ha limitado a sobrevivir.

jueves, 15 de mayo de 2008

Una noche estrellada

Las estrellas brillan sobre mi cabeza. La noche es cálida y bajo mi cuerpo la hierba aplastada y húmeda me refresca. Todo rastro de luz artificial está bien lejos, y puedo ver con claridad la Vía Láctea, una mancha borrosa y blanquecina... No puedo ignorar lo que es, lo que representa, la improbable casualidad de nuestra existencia, toda esta infinita cadena de casualidades que nos ha conducido a observar la Vía Láctea sin poder ignorar lo que es...

Así tumbada, me pregunto con pesadumbre sobre mi capacidad para ser feliz y hacer felices a los demás, como podría estar preguntándome si se dará bien la cacería de mañana, o si la semillas que planté hace unos meses germinarán con el tiempo tan seco que ha hecho estos meses...¿podré vender en el mercado todos los quesos?... mañana debo estar temprano en la plaza para coger buen sitio y que me vea el capataz, ya hace lo menos una semana que no me elige...y así durante más de 2.000.000 años... Qué trivialidad, con el estómago lleno, me resulta muy fácil sentir un hueco en el espíritu.

Si vuelvo a abrir los ojos, vuelvo a ver las estrellas, y como iba diciendo, me doy cuenta de que podría calcular cuántos años hace que se emitió ese destello la punta del cinturón de Orión, hasta podría proyectar una nave que se acerque un poco, pero tal cantidad de conocimiento no me saca de mis dudas más dolorosas: ¿tengo derecho a ser feliz? ...Y, si no lo consigo, ¿será mi responsabilidad?, ¿tengo yo el control sobre lo que siento, lo que hago, lo que digo, lo que me hace sufrir y lo que no, o sobre la idea de la felicidad que he compuesto o fabricado o adquirido, y que subyace a la frustración por no alcanzar las espectativas?

Me dejo llevar por esta imagen plácida,
mi cuerpo reposando sobre la hierba fresca,
la noche que envuelve la inmensidad del todo,
en algún sitio, lejos, el mar se oye golpeando
unas rocas milenarias que se dehacen sumisas
al paso inexorable del tiempo que nos une
en esta noche llena de estrellas indecisas
que brillan para nosotros aunque tal vez no existen...
Quiero pensar que a veces estoy justo donde quiero,
justo donde he elegido, porque... he elegido... ¿verdad?
vuelvo a preguntarme, incansable, insatisfecha.
Es posible que hiciera alguna elección hace tiempo,
y que haya seguido el camino marcado,
sin embargo me parece más probable que haya ido
eligiendo cada hora, cada minuto, cada segundo...
...el mismo camino, unas veces por inercia y otras
por convicción. Quiero que sea cierto que aún tengo elección.
Que cada día que pasa puedo construir mi vida,
mi proyecto artesano, mi castillo de arena...
...que podré tumbarme siempre en una pradera verde
con la noche alrededor y la Vía Láctea encima
a pensar si soy feliz, si puedo llegar a serlo...
...que podré dejarme llevar sobre este ritmo infantil
hasta el sueño de estar plácidamente tumbada en una pradera verde...

sábado, 19 de abril de 2008

El dolor de los demás, ¿también es mío?

Llevo un par de meses dando vueltas a esta idea. No es que me haya conducido a estas reflexiones una cuesta abajo propia, sino una sucesión de eventos, geográficamente cercanos, que me han llenado la cabeza temporalmente de desgracias ajenas... Mis inquietudes respecto a estos sucesos seguramente no son originales ni únicas, pero por algún motivo, algunas ideas se han resistido abandonarme.
En el patio del colegio veo, algunos días, a dos padres viudos, recientemente viudos, que se erigen firmemente los dos en toda su estatura, sin arrugarse, cada uno en su estilo... Uno de ellos, con los hijos muy pequeños, me produce una ternura incomprensible, me muero de ganas de decirle "ánimo, valiente, vas a poder con ello, todo lo que te está doliendo pasará...". Entiendo por primera vez la frase "te acompaño en el sentimiento", que debe querer decir algo como "viendo lo que te ocurre, puedo perfectamente imaginar lo que me dolería si me pasara a mí"... Pero no me atrevo a acercarme...Cuando me mira tiene una cara de tanta pena, de tanta impotencia, de tanto desconcierto que no me atrevo a acercarme, no.
El otro, con unos hijos algo mayores, pero no mucho más, no ha conseguido transmitirme su dolor, sino su alivio. Su mujer se quitó de en medio, acabó con su infierno personal, y parece que se llevó, de paso, parte del infierno de los que la rodeaban. Esto es lo que siento cuando le veo a él, y cuando veo a sus hijos... no su dolor ...
Cuando una de mis amigas se quedó viuda, me dolió tanto que tarde casi un medio año en acercarme a ella, y entonces ya no le dolía, no de la misma manera, así que me ayudó a recordar al muerto con la alegría de cuando estaba vivo y nos daba a todos el coñazo...

Hace un tiempo vi una película (Elizabethtown) que trataba sobre un viaje personal del macizo Orlando Bloom (bueno, del personaje al que representaba), y que se produce a raíz de la muerte de su padre. El magnífico funeral laico que organizan sus familiares y amigos, en el que lejos de pensar en la tragedia de un futuro sin el difunto, se regodean en lo maravillosa y miserable que fue la vida con él en el pasado... Qué envidiable forma de atenuar el dolor, de compartir el dolor para que se diluya entre todos los que le quisieron, qué increíble forma de aceptar que ya no bailaremos más, pero ¡que nos quiten lo bailao!


Mi conclusión es que nuestro silencio magnifica el dolor, y nuestra cultura sufridora y abnegante se ceba en la tragedia, tanto que nos duelen los muertos de los demás, a los que ni siquiera conocemos, a los que incluso no apreciamos, por que encontramos cierta complacencia en sentir compasión por los que nos rodean...

Viva la vida que vivieron los muertos mientras fueron capaces de disfrutarla. Bien por nosotros que vamos a conseguir ser felices y brindar a nuestros muertos las ganas de vivir que aún nos quedan. Porque nos lo merecemos. Porque se lo merecen.

jueves, 3 de abril de 2008

La escuela y la educación

Siempre me he preguntado cómo debía ser exactamente el reparto entre los padres y la escuela en la educación de los niños. Por supuesto, la respuesta es que "depende" de los niños, la escuela y los padres. Muchas variables. Una tiende a pensar que aquello en lo que los padres llegan peor será lo que el maestro o la maestra (en adelante, sólo la maestra, como fórmula mixta, por economía del lenguaje y por evidencias estadísticas), como decía, será lo que la maestra elija para hacer más hincapié, o aquello en lo que el niño esté más flojo... Sin embargo, la aproximación más simple que he oído no va por ahí: los padres educan y la escuela forma. Bueno, seguramente esto es lo que debía ser hace tiempo, cuando los valores más básicos formaban parte del acervo cultural, en tanto que el conocimiento estaba en el haber de unos pocos. Ahora no es exactamente así la cosa. Sin tener unos datos precisos, creo que la población en general está más formada ahora que antes, por ejemplo, cuando se estableció la enseñanza obligatoria hasta los 14 años. Y, sin embargo, aunque se hayan introducido eso que llaman contenidos transversales, basados en valores noroccidentalmente válidos como la solidaridad, los derechos humanos, o el respeto al medioambiente, otros valores han sido dejados de lado tachados de "adoctrinamiento" por el establishment educativo.
Por otra parte, al hacer la escuela un derecho de todos los niños, se han integrado niños con capacidades motoras, o intelectuales, o sensoriales que dificultan de manera significativa su capacidad de aprendizaje. Esto es parte de lo que se conoce como atención a la diversidad.

¿Así pues, la escuela está, por fin, al alcance de todos?

Pues creo que no. Creo que sigue habiendo niños que lo tienen muy difícil pero por motivos bien diferentes. Niños que pasan el día en otro planeta, donde se divierten y encuentran desafíos para su inquietud por conocer y por crear. Estos niños deben asistir a la escuela las mismas horas que los demás, para aprender los contenidos que se enseñan en una décima parte del tiempo, y sin embargo no les van a enseñar a adaptarse, a socializar, a canalizar sus ganas de saber o su capacidad de crear. La escuela les va a enseñar a sumar durante 4 años, a multiplicar durante otros 4, y sin embargo, no les va a enseñar nada que no esté en "curriculum de ciclo".

Mi pregunta a los políticos, a los administradores, a las maestras, es: ¿cuál es la diferencia, repecto a lo que debe darle un sistema educativo universal, entre un niño que está en un extremo de la gaussiana por la izquierda, y uno que lo está por la deracha? ¿Qué juicio moral y judeo-cristiano estamos haciendo sobre las capacidades intelectuales para que, cuando uno es niño, y depende aún de los adultos, necesite y merezca más atenciones especiales en la escuela si está en uno de esos extremos que si está en otro?

De hecho, no es lo mismo intentar empujar a los niños del extremo izquierdo hacia la zona que rodea el centro, en la que están la mayoría de los niños - esto es, estimular - que empujar a los del extremo opuesto a esta misma zona - esto es, amputar. Es muy triste que, habiendo distribuciones gausianas en tantas dimensiones, no se elija de cada individuo aquello en lo que necesita refuerzo para dárselo.

Estoy segura de que todos los niños podría sacar un buen partido de la escuela, si todos pudieramos admitir que las necesidades educativas de los niños no dependen de lo que las origina, ni medirse únicamente por la capacidad de adquirir conocimientos o destrezas.


sábado, 15 de marzo de 2008

La primavera ha llegado....

Me contagio con esta explosión de vida, porque yo misma soy materia viva, todas mis células responden al calor del sol. Me quedo extasiada mirando los brotes verdes en las ramas de los árboles, que se yergen verticales hacia un cielo de un azul increíble...el cielo azul que contrasta al fondo, azul brillante de las mañanas de primavera. Sólo una raya blanca de queroseno quemado lo atraviesa de parte a parte... Camino a orillas del Sadar, a enfrentarme a un incierto destino laboral, y mis pilas se cargan con esta imagen pletórica de energía, llena de magia. El Sadar estará, seguro, tan sucio como siempre, pero las hierbas recién crecidas en las márgenes tapan la mugre con su brillo de verde nuevo, y hasta una pareja de patos ha anidado en la orilla...
La naturaleza tiene una belleza primigenia, que conecta de una forma salvaje con algún rincon ancestral de nuestra mente, que nos arrastra en su explosión de vida y nos sobrecoge, imponente, desatando este éxtasis atávico que tan fácilmente se confunde con espiritualidad, y que no es más que la pura esencia de la biología...

viernes, 7 de marzo de 2008

Los siete secretos, los siete enanitos...

Siempre he pensado que el márketinG es la gran baza del catolicismo. En los tiempos iniciales del yavehísmo y, después, del cristianismo, no había multimedios, pero quién no se engancharía a un spot con el mensaje tipo “Los 10 mandamientos” o “Perdonarás no 7, sino 70 veces 7”, o bien “Levántate y anda”, y una larga plétora de impactantes mensajes de este pelo. Si añadimos a esta secular inclinación el apoyo incondicional de Hollywood, pues... ¿qué queréis? ¡Cerca de medio mundo está rendido a sus pies!

Pero, sin duda, el ejemplo por antonomasia de este contubernio entre la Publicidad y el Catolicismo es el de “LOS 7 PECADOS CAPITALES”.

Aunque poco a poco entraré en cada uno de ellos en detalle, el conjunto merece un análisis por sí mismo. ¿Cómo se puede pretender que el personal renuncie a los placeres más intimos y miserables? ¿Cómo es posible que se pueda vender un pack promocional con ese slogan?

Pack “7 PECADOS AZUL”:

- No follar!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

- No comer

- No cabrearse

- No tumbarse a la bartola (en todos los sentidos)

- No sentirse mundial, viendo el fútbol y con el palillo entre los dientes

- No poner a caldo al vecino porque se ha comprado un audiquetecagas

- No salir del bar para verlo justo cuando te tocaba pagar la ronda

- No mirar a la perica que va en el asiento del copiloto

Pack “7 PECADOS ROSA”:

- No follar

- No COMER!!!!!!!!!!!!!!

- No cabrearse

- No ir a la peluquería a que te laven la cabeza, o no tumbarte en la playa a tomar el sol toda la mañana

- No mirar a la de la sombrilla de al lado, metiendo tripa y diciendo “está mucho más fofa que yo”

- No sofocarse mirando a su marido, que va marcando con su speedo

- No darle la crema solar de hace 5 años, caducada, en vez de la nueva, cuando te dice que se ha olvidado la del niño, a ver si no te tienes que comprar otra a mitad del verano

En fin, no se si os hacéis una idea pero el pack se vende mucho mejor que cualquier promo de Movifone. Eso sí, luego nadie se acuerda de dónde lo guardó... AH! Sí! Lo dejé debajo del pack Arrepentíos, pecadores!

Para terminar, me gustaría que os hicieseis la siguiente reflexión: entráis en una panadería – pastelería – pija de la muerte, donde una chíca sosísima, vestida de gris, y un joven todo de negro y un punto afeminado te asaltan en plan promotor cuando te acercas a la estantería donde están los super donus bonbón de chocolate negro, y te dicen: si te interesa, puedes llevarte este pack con sabor a mierda y garrapiñado...¿Qué hariais?

sábado, 1 de marzo de 2008

¿Quién es más importante, tú o yo?

Tengo la mala costumbre de disfrutar con las películas ñoñas. Pero, en ocasiones, me sorprendo encontrando contenidos valiosos en algunas de ellas. Un ejemplo es la película Ponte en mi lugar (Freaky Friday). La madre (fabulosamente interpretada por Jamie Lee Curtis) y la hija (Lindsay Lohan) tenían simultáneamente dos eventos muy importantes en sus respectivas vidas, y las visiones eran tan diferentes... Para la madre era evidente que su “suceso” – se casaba por segunda vez - era importante a nivel familiar, y por supuesto que lo era, pero no dejaba de ser algo personal. Sin embargo la hija tenía claro que su asunto (un concierto que iba a dar el grupo musical en el que tocaba la guitarra) era personal, sin ningún género de dudas para ella; pero a diferencia de su madre, percibía con claridad el conflicto de intereses, y la imposibilidad de competir con la boda de la madre.

Toda esta trama me hizo pensar en lo difícil que nos resulta aceptar que nuestros hijos SON realidades diferenciadas de nosotros, aunque el despegue empieza muy pronto, cuando van a la escuela por primera vez, o cuando tienen los primeros amigos que no son hijos de tus amigos... sólo son los primeros síntomas de un proceso que continúa a lo largo de toda su vida, y de toda nuestra vida: el proceso de hacernos personas, con nuestros propios intereses y convicciones, nuestras propias ideas sobre lo que está bien y lo que está mal, nuestro propio camino para ser mejores... A los padres (ahora somos nosotros) nos queda apoyarles durante el camino, enseñarles valores como la tolerancia o el respeto o la comprensión o el amor y la amistad desinteresados, TOLERANDO, RESPETANDO, COMPRENDIENDO Y AMANDO a nuestros hijos enteros.

Esto quiere decir que, cuando tratamos de imponer nuestro criterio, no tratamos de imponer lo Correcto, lo Bueno, la Verdad – que sabemos de sobra que no son objeto de imposición -, sólo se trata de algo que nos parece importante, que nos afecta, que deseamos... nuestras verdades, con minúsculas. Sólo se trata de un conflicto de intereses. Si somos capaces de recordar, en esos momentos, que están aprendiendo a volar por si mismos, exactamente como les hemos enseñado, entonces veremos que en realidad, sus intereses son también los nuestros ...

Y, por cierto, en cuanto a lo Correcto, lo Bueno, la Verdad... no necesitamos imponerlo, nuestros hijos ya conocen nuestra posición ante la mayor parte de las situaciones en que nos pone la vida, y posiblemente se esfuerzan en entenderla, pero no siempre estarán de acuerdo, no siempre compartirán nuestro punto de vista, precisamente porque muchos de nosotros nos hemos esforzado por que busquen y encuentren sus propias claves para interpretar la vida.

martes, 26 de febrero de 2008

¡Pues vaya mierda...!

Los adolescentes están enfadados. El enfado es una característica de la adolescencia. Nunca me había preguntado por qué. Tal vez se dan cuenta de que el mundo es incambiable, y esto es difícil de tragar, haced memoria...

Cuando son niños viven ajenos a la miseria, el dolor, la injusticia, las desigualdades... Cuando empiezan a enterarse, les convencemos de que las cosas pueden ser de otra manera... (es cierto, podrían eventualmente ser diferentes, ¡cómo nos gustaría!) y poco a poco se dan cuenta, a través de las pequeñas miserias de cada día, de que ni está ni estará en su mano cambiar el mundo... Lo perciben con ese metabolismo dramático y maximalista que los levanta y los tumba diez, veinte veces al día... se sienten derrotados antes siquiera de empezar a pelear... ¿Cómo no van a estar enfadados? Hasta que, imperceptiblemente, van siendo sobornados por la madurez. Su silencio y sus ganas de combatir son reemplazados por la comodidad o las posibilidades que les ofrece la vida en la que se instalan... ya son adultos.

Aunque... no todos lo conseguimos ¿no?

lunes, 25 de febrero de 2008

Mochileros

Como sabéis casi todos, tengo una hija estudiante de ESO en un centro público. El año pasado nos dimos cuenta de que su mochila, con la que acudía todos los días a clase, era tremendamente pesada. Mi hija puso una queja a través del sistema de calidad del Instituto, solicitando la instalación de taquillas, que le fue respondida con buen tono pero en sentido negativo.

Una semana después, tras muchas conversaciones con ella, entre nosotros, con algunos amigos... tomamos una determinación. Escribí una carta a la Dirección del Instituto, en la que explicaba nuestra decisión, los motivos para tomarla, y las consecuencias que esperábamos.

Aquí tenéis el texto (excluida la parte de presentación), que habla de algo más que del peso de la mochila, así que espero que nos de para unos cuantos temas de discusión.

Sé que estás al tanto de la preocupación de nuestra hija por el peso de su mochila, que ha manifestado de distintas formas, entre ellas, escribiendo una “queja/sugerencia” a través de los formularios al efecto, que fue recientemente respondida por ti .

Sus padres compartimos esta preocupación con ella. Aparte del motivo obvio (es nuestra hija, y su salud es importante para nosotros), trascienden a éste preocupaciones de índole más bien ideológica. Tenemos la convicción de que a ella, y a sus compañeros, se les exigen un conjunto de sacrificios de mayor o menor magnitud, que son absolutamente irrelevantes (así como innecesarios) para su formación. Un ejemplo es transportar a diario un promedio de 8 Kg a la espalda.

Para su educación, sin embargo, es muy importante que sus padres les alienten a cumplir estas exigencias, a la vez que les enseñan que no tienen que someterse a lo que consideran injusto, y que deben hacer lo que esté en su mano para cambiarlo, respetando las reglas y utilizando los mecanismos previstos para ello. Esta es la grandeza de la democracia.

Nuestra hija decidió iniciar su particular cruzada por la instalación de taquillas en el instituto, porque sus padres no lo hacían, a pesar de que en numerosas ocasiones habían manifestado su parecer, y su intención de solicitar al centro alguna medida al respecto.

Una vez recibió tu respuesta (una argumentada negativa), pusimos nuestros cerebros a trabajar. Analizamos el problema en sí, y sus posibles soluciones más inmediatas. Encontramos que, en efecto, tal y como respondiste, la alternativa de las taquillas o casilleros en las aulas paliaba en parte el problema, y que seguramente sería interesante ir incorporando algunos elementos que permitan que los estudiantes puedan dejar en el centro parte del material que utilizan con ciertas garantías. Pero el verdadero problema seguiría sin resolver.

Como ésta, todas las soluciones que se nos ocurrieron estaban en manos de terceros (los profesores, el centro, el Departamento de Educación, el Estado, las compañías editoriales...), puesto que este asunto no es más que un reflejo de algo mucho más grave desde nuestro punto de vista: hay demasiadas cosas que han cobrado más importancia en el sistema de formación y educación de los niños y jóvenes que los propios niños y jóvenes. Después de esta reflexión, estábamos en un callejón sin salida. ¡Casi caímos en la tentación de restarle importancia al problema porque no encontrábamos una solución!

Pero, a punto ya de claudicar, vimos una luz al final del camino. Sólo una luz débil, vacilante – una luz atenuada por las dudas... Los libros de texto pueden dejar de ser unidades inalterables, para convertirse en conjuntos (muy ordenados) de unidades temáticas, del tamaño que sea necesario para cada asignatura (un tema, una evaluación), con lo que ella sólo tendrá que transportar lo que necesite para seguir sus clases. Nosotros le ayudaremos a mantenerlo ordenado, hasta que aprenda a hacerlo por si misma, y hasta que encontremos un sistema sencillo para que el orden y el deterioro del material no sean un problema.

Nos ha costado mucho llegar a esta solución, porque hemos tenido que romper con muchos prejuicios acerca del valor de los libros, y el valor del dinero que han costado, el valor de no significarse y pasar inadvertido, de no parecer excéntrico... pero creemos que el valor de la enseñanza que supone para nuestra hija la experiencia de aportar un granito de arena a mejorar la sociedad en la que vive, incluso si fracasa en ello, está muy por encima de todos los otros valores.

Nosotros, con nuestros actos, podemos cambiar este y otros aspectos de la realidad que nos incomodan, que nos parecen poco razonables o innecesarios o injustos, aunque el cambio sólo vaya a repercutir en una pequeña parte de los que los sufren.

La solución ha estado, desde el principio, en nuestras manos, pero siempre es más fácil pensar que la pelota está en el tejado del otro... y este aprendizaje se extiende a muchos ámbitos de la vida

Sin duda, sería mucho mejor que los libros ya estuvieran concebidos para permitir un uso como el que proponemos, así que no esperamos que sea muy cómodo en los primeros momentos. Habrá que dar con el sistema más adecuado.

Le hemos comunicado al tutor de nuestra hija nuestras intenciones, con la idea de que debía conocerlas de antemano, para ponerlo en conocimiento del resto del profesorado del grupo si le parecía conveniente. Asi mismo le hemos anunciado también que daríamos explicaciones más extensas a la Dirección del Centro y a la APYMA.

Somos conscientes de que ninguna de las cartas es estrictamente necesaria, pero confiamos en que nuestro proceder contribuya a alimentar el clima de reflexión por parte de todos que necesita, en nuestra opinión, la enseñanza en general, y la enseñanza pública en particular, aunque sea desde un síntoma menor del deterioro de ambas.

Por favor, considera esta carta como una manifestación de nuestra inequívoca voluntad de mejorar un servicio público en el que hemos depositado nuestra confianza para una misión tan relevante como la educación de nuestros hijos.

Estamos a tu disposición para cualquier duda o aclaración que necesites.

Recibe un cordial saludo


Así que, ya véis, los libros descuartizados, y la espalda de momento va librando. Pero, sobre todas las cosas, ¡un poquito de revolución cada vez que haya ocasión...!

domingo, 24 de febrero de 2008

Adolescentes (Intro)

Uno de los motivos que me han impulsado a abrir este blog es una sensación de conexión cósmica con la Adolescencia – quiero decir, con el colectivo adolescente. Posiblemente empujada por mi situación personal, dedico muchas horas del día a tratar de entender, desenmascarar, analizar (y muchos más verbos de las tres conjugaciones) a una adolescente en concreto, y a su entorno que adole(s)ce igualmente.


Tengo que decir, además, que durante mi propia adolescencia no recuerdo haberme sentido especialmente incomprendida en mi casa. De hecho, creo que no tuve grandes desaveniencias con mis padres, ni creo que ellos sufrieran durante esa época por un clima particulamente conflictivo en la familia.

Así que me siento con fuerzas para hablar de ellos y con ellos. Para explicarles a ellos qué sentimos y qué queremos nosotros (por lo menos, algunos de nosotros). Para explicar a otros qué sienten y qué quieren ellos (o algunos de ellos). Mi adolescente me lo pone muy fácil por que no me hace sufrir. A veces me cabrea, o me preocupa, o me obliga a pensar, pero no me hace sufrir.

Voy a escribir sobre adolescentes poque me produce un enorme bienestar la sensación de que comprendo lo que está pasando. Muchos me entenderéis si os digo que quiero que me caiga este problema en el examen, por que además de sacar buena nota, lo pasaré bien haciendo el examen... Daniel Goleman, el gurú de la Inteligencia Emocional, llamaba a esto “estar en estado de flujo”.

Sin embargo, sed comprensivos, entended que el día a día es diferente, y que no todo el conocimiento (I) es susceptible de convertirse en herramienta (+D), y mucho menos de manera inmediata (+i).

viernes, 22 de febrero de 2008

Amores y desamores

Qué difícil es la relación entre adultos, que nos parecemos tanto (qué previsibles, entonces) y a la vez somos tan distintos (qué poco flexibles). Creo que te conozco, y entonces encuentro mis límites, como los niños, chocando contra ti, haciéndote daño, así que reboto (me rebotas y te alejas), y cuando ya hemos descansado los unos de los otros, vuelta a empezar.

Últimamente, un anuncio (de coches, claro) ha puesto imágenes a esta interesante reflexión sobre el espacio vital de cada uno, aquél que sólo dejamos invadir en situaciones muy concretas... Este espacio no es sólo físico, también es un espacio de invulnerabilidad, un límite a la capacidad de aceptar injerencias, insultos y dudas del prójimo... A menudo sometemos a amigos y otros seres queridos a tremendas tormentas de sentimientos sin filtro, positivos y negativos, exigiendo de ellos una tolerancia, una magnanimidad que no somos capaces de dar, ni a ellos ni a nosotros mismos. Así que sus espacios vitales, inevitablemente, se agrandan, hasta quedar ellos perdidos (y protegidos) en su centro, y lejos, tan lejos de nosotros.